Quisiste cultivar en tu jardín la más bella de las
flores,
la de aroma más dulce,
la más blanca.
Quisiste que su olor embriagase todos tus rincones,
que su pureza diera luz a tus sombras,
que vistiera de inocencia tus más ocultas pasiones,
que tiñera de realidad tus sueños,
tus fantasías,
tus ilusiones.
El tiempo curará las heridas mientras el alma, desconsolada,
agonizante, sufrirá este martirio en la cruz donde el martillo del destino puso
los clavos a esta pasión en recuerdo de las espinas de aquella flor, de aquella
rosa, de aquel amor.
Entre lágrimas de rabia y de lamento
sigo esperando el momento
de conseguir tu perdón.
Mientras tanto,
solo el silencio,
es la respuesta a mi oración.
En el cielo o en el infierno
nos encontraremos tú y yo,
allá donde el juicio de los tiempo
sabe qué hay dentro de un corazón.
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